martes, 29 de enero de 2013

LAGRIMAS EN LA LLUVIA

Ella se encuentra sentada en una silla de madera de teca en la terraza de su domicilio, Un último piso en la planta 32 de un monstruoso rascacielos en el centro de la metrópolis donde habita. El plomizo cielo nuboso refleja la luz de los neones y demás paneles publicitarios que decoran la ciudad. Pero su mente no está con ella, esta ausente, en un pasado no muy lejano.

Recuerda como sucedió, ni una sola palabra, ni un adiós, pensaron que así sería mas fácil, sin despedidas. El, tan solo sujeto sus manos con las suyas y las besó. Simplemente aquello fue suficiente. Ambos sabían que ella no podría seguirlo, y que ya no habría vuelta atrás.

Su mirada está perdida en la profundidad de la ciudad, una lágrimas resbala por su mejilla. Cierra sus ojos hasta que un estruendo la sobresalta. Era una nave-anuncio que sobrevuela las calles infectadas de personas, iluminándolas con su pantalla gigante y lanzando un repetitivo y martilleante mensaje.

"Una nueva vida te espera en las colonias del mundo exterior. La ocasión de volver a empezar en una tierra de oportunidad y aventura".

Ella odia aquel mensaje, lo culpa, lo considera el causante de todo su dolor. Pero no puede hacer nada. Continua mirando a la ciudad, su maraña de luces intermitentes, el conglomerado de colores que la envuelve. Siente el olor de la urbe, una mezcla de sudor, humo de los escapes de los vehículos y comida basura, pero no se inmuta, se ha acostumbrado a respirar ese nauseabundo aire, al igual que se ha acostumbrado a las aglomeradas calles de la metrópolis.

Un gran relámpago seguido de un estruendoso trueno presagia la llegada de una tormenta en la noche veraniega. Poco después, una intensa lluvia ácida comienza a caer sobre ella y las calles que observa.

El agua, poco a poco empapa su cuerpo, adhiriendo su veraniego vestido blanco de algodón a sus femeninas y sensuales formas. Se levanta de su silla y entra en la habitación. Las húmedas huellas que dejan sus pies descalzos quedan marcadas sobre el parqué del suelo de la sala. Se acerca a la ventana y desde allí continua mirando a los altos edificios que serán los testigos de sus noches de soledad. Apoya su cabeza cubierta con una larga melena lisa de color negro en el frío cristal, y comienza a pensar que tiene que rehacer su vida. Ahora le parece imposible, pero el tiempo curará sus heridas, y los recuerdos, poco a poco desaparecerán, como lágrimas en la lluvia.

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